Hay personas que llegan al estudio y, sin saberlo, te cambian la manera de mirar tu propio trabajo. Juan Antonio fue una de ellas.
Llegaba después de un proceso largo, doloroso y lleno de obstáculos. Un accidente laboral, un diagnóstico con pronóstico muy duro, meses en hospitales y una vida detenida desde hacía tiempo. Pero también traía algo que no se veía a simple vista: la decisión de intentarlo. Sin grandes expectativas, pero con constancia.
Comenzamos desde lo más básico. Su cuerpo estaba desconectado. Su equilibrio, su propiocepción, su confianza… todo necesitaba tiempo. Y él se lo dio. Día tras día. A veces con caídas, otras con avances diminutos, otras con pequeños gestos que significaban muchísimo.
Hoy, después de dos años y medio —y con una evolución increíble que comenzó mucho antes—, Juan Antonio ha recuperado algo que ni la medicina ni el Pilates pueden prometer: una relación con su cuerpo. Una forma nueva de habitarse.
Lo más importante de todo esto no es lo que ha conseguido físicamente, sino lo que representa: que, incluso cuando te dicen que no hay nada que hacer, hay caminos posibles. No fáciles, no rápidos, pero sí reales.
Gracias, Juan Antonio, por confiar, por tu esfuerzo, y por recordarnos que, a veces, lo imposible solo necesita tiempo, paciencia y alguien que no se rinda.
Seguimos caminando juntos.
– Chus.
Os dejamos el enlace de la noticia publicada en «El Día de Valladolid», que se hace eco de esta historia de superación: